sábado, 3 de octubre de 2015

ESCENA ELIMINADA DE "UN AMOR IMPOSIBLE"

Hola a todos.
Aquí os traigo una escena que he eliminado de mi novela Un amor imposible porque he considerado que estaba de más.
Aún así, quiero compartirla con vosotros.
Espero que sea de vuestro agrado.

                               A Greg le gustaba Olivia. Era una joven curiosa. No era del todo una dama. Greg no estaba acostumbrado a tratar con una dama. Por eso, no se sentía del todo cómodo cuando estaba con Olivia. Su experiencia con las mujeres había sido muy básica. Su trato se limitaba a las chicas del saloon. Todavía seguía yendo al saloon de vez en cuando. A Olivia la respetaba.
            A veces, Olivia iba a visitar la tumba de su madre. Sarah se había ido demasiado pronto. Se había ido cuando Olivia más la necesitaba. En aquel entonces, se estaba haciendo mujer. Tenía muchas dudas a las que Sean no era capaz de darle una respuesta. No sabía cómo tratar con su hija púber. No sabía qué hacer con dos hijos que querían irse. También él necesitaba a Sarah.
            Se culpaba de la muerte de su mujer. De no haber sido por sus más bajos instintos, Sarah estaría viva. Pero él se había portado como un animal.
            Tuvo que ceder. Tuvo que dejar a Dillon y a Tyler seguir su camino. Tuvo que vivir con el remordimiento. Remordimiento por muchas cosas. Por no haber sabido hacer feliz a Sarah. Por la muerte de Sarah.
            Cumpliría todas las voluntades que le había dejado Sarah al morir. Y una de aquellas voluntades tenía que ver con Brighid. Y con Calcuta…
             ¡No! Ella no quería irse de Streetman. Quería vivir siempre allí. ¿Tan difícil era de entenderlo? No se trataba sólo de un simple capricho.
            Era la tierra donde Olivia había nacido. El lugar donde estaba enterrada su madre.
            Toda su vida estaba en aquel pueblo. ¿Por qué su padre no lo veía de aquella manera? A veces, Sean hablaba de enviarla a Calcuta. Otras veces, se olvidaba del tema durante semanas.
            Sean no sabía qué hacer. Olivia
            Olivia depositaba flores frescas ante la tumba de su madre. Sólo una cruz de madera servía para recordar la vida de Sarah Allen. Padre ni siquiera le ha puesto una lápida a su tumba, pensaba Olivia. Lo hacía con pena. Parecía que Sean quería olvidar a su esposa. Pero Olivia se rebelaba contra aquella idea.
            Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero ella las rechazó.
-Hola-le decía a la tumba-¿Cómo estás? Sí…Es una tontería. Todos estamos bien. Puedes creerme. Te echo de menos. No te enfades con padre por no venir a verte. Lo que pasa es que está muy ocupado con el rancho. Tampoco te enfades con Dillon y Tyler. Tomaron su decisión. No la comparto. Y tampoco la respeto. Ellos…Ya no viven aquí. Dillon habla de regresar a casa.
            Tenía la sensación de que su padre no la entendía. Le costaba trabajo meterse en su piel. Saber lo que sentía. Lo que pensaba. Sean era un hombre acostumbrado al trabajo duro. Y Jack…Era demasiado parecido a él.
            Jack estaba prohibido para ella. Olivia debía de darle otra oportunidad a Greg. No era un mal hombre. Podía hacerla feliz.
            Olivia se arrodilló junto a la tumba de Sarah. Estaba sola en el cementerio. Deseaba con desesperación poder hablar con su madre cara a cara. Nunca antes se había sentido tan confusa. ¡Y su padre parecía estar pensando en otras cosas!
-¿Qué puedo hacer?-le preguntaba a la tumba de Sarh-Estoy confundida. Me gusta mucho Jack. Pero…No sé. No sé lo que siento de verdad por él. Es todo tan… Confuso…Dime…¿Qué harías tú de estar en mi lugar? Tú no tuviste problemas cuando conociste a padre. ¿Verdad que no? Supiste enseguida que lo amabas. Pero mi caso…Es distinto. ¡Mírame! Soy demasiado vieja. Tendría que haberme casado hace mucho tiempo. Tengo veinte años. Sé de chicas que están casadas y cargadas de críos con la edad que tengo. Pero no ha sido así. Tengo…Tengo…Miedo. Sí…Tengo miedo, madre. Miedo de que me pase lo que te pasó a ti. De…Morirme. No sé si podré tener hijos. No sé si podré hacer feliz a un hombre. Debería de buscar otro hombre. Jack no es para mí. Quizás Greg…¡Madre! No entiendo a Greg. Se pasa todo el día hablándome de oro. Piensa hacerse rico buscando oro. ¡Y no va a conseguir nada! Tiene que empezar a trabajar en serio. Tiene que buscarse un trabajo y ganar dinero. Sólo así podremos sacar adelante a nuestra familia, en el caso de que nos casemos. Claro está. No es un hombre malo. Pero tiene la cabeza llena de pajaritos. Igual que otros hombres que sueñan con hacerse ricos buscando oro. Y lo que van a conseguir es morirse de hambre. O volverse locos de remate. ¿Cómo sabré si amo o no amo a Jack, madre? ¿Le doy a Greg una oportunidad? ¿Por qué tuviste que irte? Te necesitaba. Te necesito. Hay cosas que no puedo hablar con padre. No lo entendería. Pero tú…Tú…Tú…¡Sí! Me entiendes. Me entenderías.
            Olivia cayó ante la tumba de su madre.
            Se permitió ser débil. Se permitió llorar. Se sentía sola. Más sola que nunca…
            Notó una mano que se posaba en su hombro. Olivia se sobresaltó.
            Se puso de pie y se dio la vuelta.
            Junto a ella se encontraba una figura vestida de negro, pálida y de rostro demacrado. Era Eliza Santana, que iba a poner unas flores frescas a la tumba de su marido Rafael.
-No quería asustarte-se disculpó Eliza-Sé lo que es sentirse sola.
            Miró con compasión a Olivia. Aquella muchacha también vivía su propio calvario. No es justo, pensó Eliza. No es justo quedarse solo y sentirse tan perdido. 
-Gracias-dijo Olivia.
-En mi caso es distinto-dijo Eliza-Mi padre nunca me quiso. Y mi madre murió al poco de nacer yo. He pasado toda mi vida aislada del mundo.
-Al menos, conociste el amor.
-¿El amor de mi marido? Prefiero haberme quedado en Inglaterra y haber seguido siendo ignorada por mi padre.
-¡Pero tú amas a Rafael!
-No sé qué decirte. Lo quise mucho. Pero me hacía mucho daño. Y, al final, no sé ni lo que sentía realmente por él. Si lo amaba o si lo odiaba.
            Eliza suspiró. Una lágrima solitaria rodó por su mejilla. Arabella era su única compañía. Las dos se habían quedado solas. María era su ama de llaves. Pero era una mujer mayor y callada. No solía hablar con ella. Eliza y Arabella se apoyaban la una en la otra.
            Olivia pensó que, al menos, a ella le quedaba el consuelo de poder contar con Kimberly.

 

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