sábado, 14 de junio de 2014

FRAGMENTO DE "ME OLVIDÉ DE OLVIDARTE"

Hola a todos.
Hoy, me gustaría compartir con vosotros el último fragmento que voy a subir a este blog de mi novela Me olvidé de olvidarte. 
Vamos a centrarnos en la vida de Catherine.
Vive en un pueblo de Inglaterra después de que se viera separada de Dillon por culpa de Theola. La joven intenta rehacer su vida. Y parece que está en el buen camino.
¿Lo conseguirá?

                        Catherine observó risueña a los seis niños que jugaban en el jardín.
                       Le habían dicho que estaba loca por hacerse cargo de seis niños huérfanos. Pero eso poco importaba a Catherine. Se sentía contenta con aquellos niños que eran como unos hijos para ellos.
                       Ella misma se encargaba de impartir clases. Tenía numerosos conocimientos, gracias a la educación esmerada que había recibido.
                       Los tres niños dormían en una habitación. Las tres niñas dormían en otra habitación.
                       Comían los siete a la misma mesa. Catherine tenía a cinco criados que la ayudaban en la medida de lo posible. La casa en la que vivían era bastante pequeña.
                        En ocasiones, Catherine se sentía agobiada. Los niños tenían edades que iban desde los nueve hasta los cuatro años. Las lecciones que debían de recibir eran distintas. Sin embargo, Catherine se negaba a pedir ayuda a nadie. Era feliz llevando aquella vida tranquila y sencilla.
                        Su ama de llaves, la señora Beat, entró en el aula donde Catherine se encontraba. La joven se apartó de la ventana.
-Tiene visita, milady-le informó la señora Beat-Lord Bentley está aquí.
-Está bien-dijo Catherine-¿Dónde se encuentra?
-La está esperando en el salón.
-Iré a verle.
                       Y allí estaba él.
                       Cortésmente, Catherine le invitó a tomar asiento en el sofá. Darían cuenta de una taza de chocolate cada uno.
                       Aquel hombre era uno de los principales benefactores del orfanato. Sí...Catherine lo admitía.
                       Era la directora de un orfanato.
                       Sólo habían seis huérfanos bajo su cargo.
                      Pero era su deber sacarlos adelante.
                      Escuchó las risas de los niños. Catherine sentía que aquellos niños eran hijos suyos. Cuando les veía dormir, daba gracias a Dios porque creía que Él se los había enviado. Jugaba con las niñas a las muñecas. Jugaba con los niños a que ellos la rescataban de las garras de un dragón. Reían. Cantaban. Jugaban.
                       La señora Beat les sirvió el té.
                       Lord Alexander Bentley tenía treinta y cinco años.
                       Desde hacía unos meses, cuando Catherine puso en marcha el orfanato, empezó a interesarse por ella. Había pedido informes.
                      Supo que aquella joven era, en realidad, lady Catherine Osborne, hija única del arruinado duque de Weeler. Lord Alexander era el duque de Kennedy.
                       Podían hacer una buena pareja. Lady Catherine iba camino de convertirse en una solterona. Y él necesitaba un heredero. Su primo se había casado y tenía tres hijos varones.
                      Necesitaba una esposa con urgencia.
                      Lord Alexander y Catherine dieron cuenta de una taza de té cada uno. Catherine escuchó a Tina gritar que era una Princesa. La niña, a sus siete años, era distinta cuando salía a jugar al jardín. Se portaba de un modo correcto cuando estaba dentro. Mantenía su mesa de clase en orden. Hacía los deberes. Se comportaba a la mesa. Pero era otra cuando salía al jardín.
                     En ocasiones, le recordaba mucho a su prima Theola. El pensamiento hirió a Catherine.
                     Lord Alexander debió de advertir que algo le pasaba, pues le cogió la mano y se la besó.
-Me apena verla triste, lady Catherine-afirmó-Usted tiene que sonreír. Está llevando a cabo una labor bellísima.
                      Catherine se obligó así misma a sonreír. Aquellos seis ángeles eran su única alegría. Escuchó a James gritar que él sería el Príncipe. Y se puso a pelear con otro niño. Creía que era Alan.
-Me alegro de que alguien piense así-dijo Catherine-Mi padre cree que me he vuelto loca. Que lo que tendría que hacer es casarme y tener mis propios hijos.
-En el fondo, su padre tiene razón-le aseguró lord Alexander-Es joven y puede casarse. Yo deseo hacerla mi esposa.
                       Era algo que lord Alexander llevaba diciendo desde hacía algunas semanas. Catherine pensó que era la vigésima vez que le pedía matrimonio.
                        Era evidente que lord Alexander tenía mucha prisa por casarse. Catherine estaba al tanto de que su primo podía heredar el título de duque si le pasaba algo. Sólo tenía hermanas, todas ellas casadas. De momento, ninguna tenía hijos.
                        No se trataría de una unión por amor. Catherine sentía un gran aprecio hacia lord Alexander por toda la ayuda que le estaba brindando. Pero no estaba enamorada de él. Y sabía que el duque, a su vez, no estaba enamorado de ella.
-Ya le ha dado la misma respuesta veinte veces con ésta-le recordó Catherine.
-Pero yo no me rindo-afirmó lord Alexander-Mis intenciones hacia usted son las más honorables que puedan haber, lady Catherine.
-No está enamorado de mí. Y yo no estoy enamorada de usted. Puede que exista entre nosotros un gran cariño. Pero no es suficiente para que nos casemos. Y, a la larga, los dos seríamos unos desgraciados.
-El amor nace con el paso del tiempo. Con la convivencia diaria...Puede que a nosotros nos pase lo mismo.
-Y podría no pasar.
                        Catherine sospechaba que lord Alexander la creía una joven pura e inmaculada. Una virgen...
                        Debía de pensar que se había quedado soltera por culpa de las deudas de su padre. Que había decidido hacerse cargo de seis niños huérfanos porque había dado por sentado que nunca se casaría. Y la realidad era bien distinta.
-¿Acaso está usted enamorada de otro hombre?-inquirió lord Alexander-No puede casarse conmigo porque hay otro hombre.
                       Oyó las risas de Damien y de Ellie. Catherine quería centrarse en los niños.
                        No quería mentirle a lord Alexander. Le parecía un hombre demasiado bueno. Pero no podía casarse con él. En aquellos momentos, se debía a los niños. Y a enterrar su pasado.
-Le pido que me dé tiempo-dijo Catherine-Entonces, podré sincerarme con usted. Hay muchas cosas que deseo contarle. Pero éste no es el momento.
                         Lord Alexander se inclinó y besó a Catherine en los labios con suavidad.
                        El momento fue interrumpido cuando Susie entró corriendo en el salón. Quería subir a su habitación a buscar a su muñeca. Decía que debía de darle la luz del Sol.



                        Catherine agradeció la interrupción. De aquel modo, podía alejarse un poco de lord Alexander.
                        Subió con Susie a la habitación. La niña parecía estar interesada en saber qué había pasado entre lady Catherine y lord Alexander.
-¿Te vas a casar con él, Cathy?-le preguntó Susie cuando entraron en la habitación.
-Todavía no lo sé-respondió Catherine-Es un buen hombre. Se porta muy bien con nosotros.
-Deberías de casarte con él. Tendríamos un papá.
                    Así era como Susie veía a Catherine. La veía como su madre. Era la madre de aquellos niños.
                    Pero los niños necesitaban también un padre. Catherine pensó en la hija que tuvo con Dillon y a la que se vio obligada a renunciar. Pensó en el niño que tuvo con Ben. Un niño que yacía bajo la tierra, al igual que Ben.
                      Aquellos niños no se conformaban sólo con tenerla a ella.

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