viernes, 13 de junio de 2014

FRAGMENTO DE "ME OLVIDÉ DE OLVIDARTE"

Hola a todos.
Aquí llego con un nuevo fragmento de mi novela Me olvidé de olvidarte. 
Seguimos centrados en la figura de Theola.
La joven siente cómo todo lo que ha vivido como una especie de purga por lo que hizo con su prima Catherine y con Dillon.

                         Un mes después de la muerte de Owen, Theola supo que estaba esperando un hijo suyo.
                         La noticia no le llenó del entusiasmo que debería de haber sentido. Todo el mundo le recordaba que, al menos, le quedaba un recuerdo de su marido. Sin embargo, tía Kathleen conocía demasiado bien a su sobrina como para decirle eso.
                        En el pasado, habría matado con tal de tener un hijo con su marido. Pero Zack falleció. Y no le concedió la dicha de ser madre.
                     
-¿Qué piensas hacer?-le preguntó Kathleen a Theola una tarde-¿Piensas abortar?
                         Se encontraban dando un paseo por el jardín.
-Tengo mucho miedo-respondió Theola-Mi marido está muerto.
-Pero no estás sola, querida-le recordó Kathleen con cariño.
-Lo sé.
                        Se detuvieron ante unos rosales. Theola se estremeció. En realidad, no sentía frío.
                        Lo que estaba era muy asustada.
-El bebé será como mi nieto-afirmó tía Kathleen-Siempre quise tener un hijo.
                       Para ella, Theola era como la hija que no había tenido. A través de ella, estaba viviendo el sueño de tener una hija. De ser abuela. Theola iba a ser madre.
-En estos momentos, lo único que deseo es estar sola-dijo Theola.
-Por supuesto...-cedió tía Kathleen-Tómate tu tiempo. Piensa bien lo que vas a hacer. Pero recuerda que se trata de tu hijo.
-Sí...
                         Theola no sabía cómo afrontar una maternidad en solitario.
                        La joven se encerró en su habitación. Estuvo llorando durante todo un fin de semana, sintiéndose más desesperada que nunca.
                        Lo cierto fue que Theola llevó su embarazo con muy pocas molestias. Tan sólo se notaba que estaba esperando un hijo porque su vientre no dejaba de aumentar.
                         Siguió de manera mecánica los consejos del médico. Parecía estar ajena a lo que le estaba pasando y tía Josephine se preocupó por ella. De algún modo, Theola estaba sumida en un profundo estado de estupor del que le estaba costando trabajo salir. Sabía que no era por la muerte de Owen.
                         Theola se puso de parto un día de primavera.
                         Estaba dando un paseo por el jardín. Tía Kathleen insistió en que debía de salir. En tomar el Sol. Eso era bueno para el niño.
-No quiero que acabes enfermando-le dijo-Te conviene caminar, querida.
                       De pronto, un dolor atravesó el vientre de Theola. Tía Kathleen supo que había llegado el momento. Después, todo ocurrió demasiado deprisa para la joven. La llevaron casi en volandas hasta su habitación. El médico la atendió. Theola sólo recordaba los dolores tan fuertes que sintió. De pronto, se fijó en que el médico sujetaba entre sus brazos un bulto rosado.
-Es un niño, señora-le informó.
                      Pero el rostro descompuesto del médico y el ver que el niño no se movía le hicieron ver a Theola lo que había pasado. Su hijo había nacido muerto.
                       Cayó desmayada sobre la cama. Cuando volvió en sí, tía Kathleen estaba sentada en una silla a su lado. Un sacerdote llamado por ella acudió a bautizar al niño. Estaba con él en aquellos momentos. Le echó agua sobre la cabeza. Tía Josephine dedujo que Theola querría llamar a su hijo Owen, igual que su padre. El niño fue bautizado con el nombre de Owen.
                      Tía Kathleen tenía los ojos hinchados de tanto llorar. Theola se dio cuenta. También ella estaba llorando.
-Ha sido por mi culpa-se lamentó la joven-Yo no quería a mi hijo. Mi niño está muerto por mi culpa. ¡No he sabido ser una buena madre! ¡No he sabido quererlo! ¡No quería tenerlo! No era sólo por Owen. Era por todo. Es mi castigo por lo que hice. He perdido a mi marido. Y he perdido también a mi bebé. ¿Por qué iba a ser la vida tan buena conmigo cuando me he portado tan mal? Cathy siempre ha sido leal y noble conmigo. ¡Y yo me porté miserablemente con ella!
-No te culpes de eso ahora-le pidió tía Josephine-Ahora, lo que tienes que hacer es descansar. Te recuperarás.
-Éste es mi castigo.
-Tienes que empezar a perdonarte a ti misma.
-Cathy fue como una hermana para mí. ¿Cómo le he pagado su bondad hacia mí? Estoy siendo castigada por lo que hice.
-La muerte de tu bebé no es ningún castigo. Ha sido una desgracia.
-¡No!
                      Theola tardó poco tiempo en recobrarse del parto.
                     El mismo día en que pudo salir a la calle, tía Kathleen la llevó, a petición propia, a la tumba donde estaba enterrado su hijo.
                     Lo habían enterrado al lado de Owen. Una lápida de mármol recordaba el fugaz paso por la vida del niño. Al colocarse junto a la tumba de su hijo, Theola cayó de rodillas al suelo.
                    Se dio cuenta de que llevaba mucho tiempo huyendo. Estaba intentando escapar de un pasado que le estaba haciendo daño.
                     Los recuerdos la atormentaban. No había sido feliz con Owen por culpa de aquellos recuerdos. No había podido llevar su embarazo en paz por culpa de aquellos recuerdos. Tocó con la mano temblorosa la lápida. Y lloró al recordar a su hijo muerto.
                     Miró a tía Kathleen. La mujer se dio cuenta de que Theola había tomado una decisión. Iba a regresar a San Ezequiel.
-Pero San Ezequiel ya no existe como tal-le recordó la mujer-Ahora, se llama de otra manera.
-No me importa-replicó Theola-Para mí, siempre será San Ezequiel. Formará parte de los Estados Unidos en estos momentos. Pero los recuerdos que me atan a ese lugar no forman parte más que de mí misma.
-¿Lo has pensado bien, querida?
                  Theola asintió.
                  Tía Kathleen no pudo ni siquiera oponerse. En su opinión, Theola estaba haciendo lo correcto. Debía de cerrar aquel doloroso capítulo de su vida. Le deseó toda la suerte del mundo. La iba a necesitar.
-Parto mañana por la mañana-contestó Theola, poniéndose de pie-No quiero esperar más.



                       Una diligencia salía al día siguiente. Tía Kathleen no pudo hacer nada para retener a Theola.
                      La joven abandonó la casa que había compartido con su marido.
-¿Vas a llevarte la ropita que he tejido para el bebé?-le preguntó tía Kathleen, mientras un criado se ocupaba de bajar por la escalera las maletas de Theola-Podrías casarte de nuevo. Tener más hijos.
-Nunca tendré más hijos-respondió Theola-Y no pienso volver a casarme.
                      Miró por última vez su habitación. Quiso pensar que había sido feliz con Owen.
                     A su modo, lo había querido. Cerró la puerta de la habitación al salir. Descendió por la escalera acompañada de tía Kathleen. La mujer pensaba que su sobrina estaba cometiendo una locura. Regresar al pueblo donde vivió con sus tíos. Al pueblo donde había conocido a Dillon. Donde se había enamorado de él. Donde había enloquecido al saber que Dillon estaba enamorado de Catherine.
                      Tía Kathleen sabía que Theola estaba haciendo lo correcto.
                      Pero estaba preocupada por ella. Theola no sabía si volvería a ver a Catherine. Su prima, por lo visto, no había dado señales de vida en aquel tiempo.
                      Sabía que estaba viviendo en Inglaterra. Y Dillon...También estaba viviendo en Inglaterra.
-¿Lo has pensado bien?-le preguntó.
                        Tía Kathleen deseaba retener a Theola a su lado. Estaba siendo egoísta. Theola era lo más parecido que tenía a una hija.
                        Además, sabía que sufriría mucho al regresar a aquel lugar. Theola no sabía dónde podía estar Dillon. A lo mejor, había regresado al pueblo. A lo mejor, seguía en Inglaterra.
                       Tía Kathleen y ella se dirigieron al puesto de diligencias. El conductor de la diligencia donde viajaría Theola se ocupó de sus maletas. Theola logró conseguir un pasaje para viajar.
                      Tía Kathleen tenía los ojos llenos de lágrimas. No podía hacer nada para retener a su sobrina.
                      Theola subió al pescante de la diligencia. Llevaba puesto un vestido de viaje de color negro. Antes, abrazó con fuerza a su tía. Theola tenía los ojos secos.
                       Pensó que estaba llorando por dentro. Por eso, no podía llorar por fuera. Porque estaba destrozada por dentro. Miró a tía Kathleen y trató de sonreír. Pero no lo consiguió. No podía sonreír.
-Visita la tumba de mi hijo-le pidió-Llévale flores en mi nombre.
-Así lo haré-le aseguró tía Kathleen.

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