miércoles, 11 de junio de 2014

CONOCIÉNDOTE

Hola a todos.
Sé que puedo sorprender por subir a este blog este relato.
Pertenece a la Antología de Relatos Solidarios en la que participé a principios de este año. Se pretendía recaudar dinero para ayudar a un niño enfermo y también para ayudar a unos gatitos. Sin embargo, después de haber publicado la Antología, ésta fue retirada casi un mes después por diversos motivos que no vienen al caso.
No sabía a qué blog quería subir este relato, pero, al final, me he decidido subirla a este blog.
Se llama Conociéndote. 
Es un relato lleno de romanticismo y con un gato muy peculiar.
Espero que os guste.

CONOCIÉNDOTE

ISLA DE MONCRIEFFE, EN EL RÍO TAY, 1821

                 Vivía poca gente en aquella isla fluvial, por lo que la vida transcurría allí de manera tranquila. Un matrimonio integrante del clan Matheson se estableció en la isla. El hijo del matrimonio se llamaba Robert había realizado el habitual viaje que todos los jóvenes de buena familia hacían a Europa. Había pasado el último año de su vida viajando. Quedó prendado, al igual que sus padres, de aquella isla tan tranquila y tan bonita.
            Los pocos vecinos de la isla hablaban entre ellos acerca de aquella familia cuyas riquezas podían competir con la familia más rica de la isla.
            El Laird del clan Matheson quiso conocer a aquel hombre. Era el marqués de Wynant. Los dos hombres trabaron amistad nada más conocerse y, tras varios encuentros, pactaron el matrimonio del hijo del Laird con la hija del marqués.
            La joven Allegra, la hija del marqués, estaba sentada en el suelo del salón jugando con su gato siamés cuando entró su padre. Le dio la noticia de que había pactado su boda con un joven al que ella jamás había visto.
-¿Cómo has podido hacerme esto?-le increpó Allegra al marqués-¿Cómo puedes pretender que me case con un hombre al que nunca he visto?
-Es el mejor partido que podrías encontrar, hija-le aseguró el marqués.
            Allegra cogió a su gato en brazos.
-¿Cómo puedes creer que ese desconocido es lo mejor para mí?-le espetó a su padre.
-Te ruego que le des una oportunidad, hija mía-le pidió el marqués-El hijo del Laird quiere conocerte.
-¿Qué estás diciendo, padre? ¡No quiero saber nada de él!
            Robert y Allegra se encontraron por primera vez en un pequeño sendero. Allegra iba acompañada por su prima Miranda, quien era viuda, y por su gato Atila. La primera vez que se vieron, Allegra tuvo que admitir que Robert era muy atractivo. Y no sólo era guapo físicamente. Era un joven que debía de tener un par de años más que Allegra, quien acababa de cumplir diecinueve años. La muchacha tuvo que admitir que Robert era todo un caballero. Su trato era agradable y ella, contra su voluntad, se sintió cómoda en su compañía. Lo que la ganó fueron las carantoñas que Robert le dispensó a  Atila.
            Robert y Allegra se encontraron a solas en el sendero a los pocos días. El joven acudió a la cita algo nervioso. Sabía que su sino era casarse con ella, pero quería conocerla.
-¿Cómo está vuestro gato?-le preguntó nada más verla.
-Está bien-respondió Allegra.
-Cuando era más pequeño, tenía un gato persa llamado Aslan, era muy travieso y yo lo adoraba.
-He oído que habéis estado viajando por toda Europa.
-Antes o después, el viaje tenía que terminar.
-¿Os gusta vivir en esta isla?
-Empieza a gustarme vivir aquí.
            Allegra regresó a su casa. Su madre la estaba esperando en el recibidor.
-¡Has vuelto, hija!-exclamó la marquesa-¿Has dejado a tu prima en casa?
-Miranda ya está en su casa-mintió Allegra-¿En serio tengo que casarme con Robert Matheson, madre?
-Tu padre ya ha fijado fecha para vuestra boda. Haces bien en querer conocer a ese joven.
-Madre, no sé qué pensar. Creo que padre ha cometido un error al pactar mi boda sin contar conmigo. No conozco bien a ese joven y no estoy segura de que pueda llegar a amarle.
-Tienes que obedecer a tu padre, hija mía. No puedes deshonrarle. El hijo del Laird te hará feliz.
-Madre, no lo entiendes.
            Allegra quería casarse por amor, como lo había hecho su prima Miranda. Sin embargo, el matrimonio de su prima había durado muy poco. El marido de Miranda murió en un duelo defendiendo el honor de una de sus amantes. A raíz de eso, Miranda se había encerrado en sí misma. Allegra tenía que asumir que el hijo del Laird podría ser un buen hombre. Pero no sabía si llegaría a amarlo.
            Siguieron viéndose a escondidas en el sendero. Se veían detrás de uno de los pocos árboles que crecían allí. Poco a poco, los dos jóvenes se fueron conociendo. Atila acompañó a su dueña en aquellos encuentros. Y parecía que el gato bendecía aquel matrimonio. Robert lo cogía en brazos y jugaba con él.
            En una ocasión, durante uno de aquellos encuentros, Robert le robó un beso a Allegra. Casi pensó que ella le daría un bofetón.  Pero Allegra le dio otro beso cargado de pasión y de entusiasmo.
            Sin embargo, la joven se negaba a admitir lo que estaba empezando a sentir por aquel joven. Era muy terca. Una cualidad que Robert estaba empezando a apreciar y a amar.
            Durante las semanas siguientes, Allegra y Robert se vieron a orillas del río Tay. A raíz de aquellos encuentros, Allegra y Robert se fueron conociendo. Hablaban de muchas cosas y, de vez en cuando, se besaban. Se besaban de manera larga y apasionada.
            Finalmente, llegó el día de la boda. Se celebró en la pequeña capilla que había en la isla. Allegra hizo acto de presencia en la capilla con su vestido de color blanco. Su corazón le dio un vuelco cuando vio que Robert la estaba esperando en el Altar.
            Acudieron numerosos invitados a la boda. Allegra estaba muy asustada porque no sabía si estaba cometiendo un error al casarse con Robert.
            Pasó la ceremonia llorando en silencio. Atila estaba al lado de ella, a pesar de que el ama de llaves había intentado encerrarlo. Robert le cogió la mano a Allegra y se la llevó a los labios.
            Se besaron en la boca de manera densa y prolongada cuando el sacerdote les declaró marido y mujer.
            Tras el banquete nupcial, Robert condujo a Allegra hasta la habitación donde pasarían la noche de bodas. La muchacha iba temblando muy asustada. Se sentaron juntos en la cama, el uno muy cerca del otro.
-Soy un hombre de honor-le aseguró Robert a Allegra-Siempre cumplo mis promesas y quiero hacerte feliz. Te lo digo en serio. Quiero complacerte en todo. Y espero que me ames algún día, Allegra. Soy un hombre paciente. Y deseo que llegues amarme de verdad.
-No sé si estás enamorado de mí-dijo Allegra-Y yo sólo sé una cosa.
-Yo sí estoy enamorado de ti.
-Estás confundiendo el honor con el amor.
-Te aseguro que no estoy para nada confundido. Estoy enamorado de ti desde la primera vez que te vi.
-Yo también estoy enamorada de ti, Robert.
-Te juro que te haré la mujer más feliz del mundo.
            Robert  la despojó de su vestido de novia hasta que quedó desnuda ante él. Luego, el joven se despojó de su traje de novio y quedó desnudo ante ella. La abrazó con ternura al tiempo que la recostó sobre la cama. Se besaron de manera apasionada. Las manos y los labios de Robert recorrieron el cuerpo de Allegra.  Su lengua recorrió el cuello esbelto de la joven. Su lengua recorrieron los pechos de Allegra. Chupó con ansia sus pezones. Se abrazaron al tiempo que se besaron. Casi sin darse cuenta, el cuerpo de Robert invadió el cuerpo de Allegra. Las respiraciones de ambos eran cada vez más agitadas. Allegra apenas sintió el dolor de la primera vez y acompañó a Robert en sus movimientos. Se fundieron en un beso apasionado al tiempo que se unían en un solo ser.
            Fuera, Atila salía en busca de aventuras a lo largo del río Tay.


 

FIN


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